Krpta d traballos

...Alguien dijo alguna vez: "por la boca vive el pez" (Adolfo Cabrales)

5.22.2007

 

EMPATÍA by Julián Ferrer




¿Y quien es ese Lenin? –había preguntado a Gregori Efimovich luego de leer aquel panfleto.
-”Sólo un rebelde -articuló su boca mezquina con aquella característica combinación de adulación y amargura- Un resentido que busca venganza por la muerte de su hermano que fue ejecutado, reo de conspiración contra Vuestra Majestad –el tono dulzón y falso de su voz se hacía más repugnante cuando se dirigía a mí en esos términos-. Un arrogante –había agregado con desprecio-que pretende luchar contra el mundo entero, contra la historia eterna de nuestro país y contra el mismo Dios Todopoderoso. Un blasfemo destinado al olvido, a ser parte del polvo de los caminos que un día hollarán las mulas de Su Majestad. al paso por cualquier camino perdido de nuestra Gran Rusia”

Pero he de reconocer, y hacerlo me causa un estremecimiento, que aquellas palabras del tal Lenin resuenan aún hoy en mis oídos. Se han grabado en mi memoria y han aparecido una y otra vez en mis sueños. Hoy penden como una espada sobre mi ánimo, especialmente desde que la revuelta de febrero me despojó del trono, y hoy amenazan con hacerse realidad.
Hay momentos en la vida en que todo parece concentrarse. Cuando la muerte se presiente cercana todos los estímulos que nos rodean se desvanecen o parecen converger en un solo punto. Ahora ese punto es el abismo oscuro presentido tras el cañón del rifle que me apunta.
Fuera – he de hacer un esfuerzo para ser consciente de lo que allí pasa- escucho lejano el estruendo de los obuses, posiblemente producido por mi querido ejército blanco que viene a liberarme. El rítmico tableteo de las ametralladoras, los solitarios disparos de fusil, cascos de caballos galopando en tropel…Pero nada de esto, ni siquiera la esperaza de mi pronta liberación, puede hacerme apartar los ojos del fusil que me apunta, del rudo dedo campesino que se posa nervioso sobre el gatillo.
Este lugar al que nos han trasladado carece de cualquier atisbo de humanidad. Humedo y sin luz puede ser el infame escenario en el que todo se concentre para mí definitivamente en torno al arma que ahora me señala. Me he librado varias veces de la muerte. Varios atentados fallidos no consiguieron abatirme. Mi abuelo Alejandro murió en uno de estos atentados y su muerte fue triste, pero gloriosa y recordada. Los libros de historia recogen los hechos, los nombres de los protagonistas, ejecutados…y ejecutores. Pero ¿puede ser este lugar inmundo el escenario para la muerte de un zar? Y este fusil que me apunta… ¿quién lo empuña?
Me cuesta mirar a la cara del soldado, tal es la atracción del abismo negro, pero puedo entrever un rostro curtido por el sol del verano y el inclemente frio del invierno. Veo un hombre al que no había visto antes hasta estos días en que, prisioneros, hemos vagado por pueblos y aldeas. He visto en ellos la miseria que no quise ver desde Moscú o San Petesburgo. He dormido en míseras chozas en las que se arraciman personas y animales y he visto campesinos de miradas atónitas que no podían dar crédito a que el propio zar de todas la Rusias estuviera allí, frente a ellos, en un estado tan lamentable, prisionero de su propio pueblo.
El rostro que presiento tras el abismo negro, que en cualquier momento puede estallar en el último fogonazo, es el rostro de la Rusia que no conocí. Pero…- este es el momento de ser sincero conmigo mismo-, mejor será reconocer que fue la Rusia que no quise conocer. ¿Acaso no se presentó ante mí respetuosa…, hasta sumisa, en aquel domingo de noviembre del año 5? ¿Y acaso no es cierto que en vez de escuchar sus plegarias la hice callar tiñendo de rojo la nieve inmaculada frente a mi palacio de invierno?
¿Qué hicimos? La generosa medida de mi abuelo, hace ya 56 años, decretando abolida la servidumbre, ¿para que sirvió? ¿quién se benefició de ella? Las míseras viviendas en que he morado estos días son testigos elocuentes del dolor, de la miseria, de la frustración…de la rabia y el odio. ¿Son testigos del fracaso de un país luchando por su modernización o, como dicen los que me despojaron de la corona en febrero, de una clase dirigente liderada por la corona y solo atenta a su propio bienestar?
Junto a mí percibo al aliento de mi mujer, de Alexei, el heredero, y de mis cuatro hijas, especialmente Anastasia, mi pequeña. Por un segundo del tipo del que miden los relojes -que puede, sin embargo, ser vivido como una eternidad- los siento cercanos. La mano helada de la zarina, mi esposa, y el murmullo de sus labios musitando a toda prisa oraciones en las que no piensa, atenazada por el miedo, hipnotizada por el negro cañón; los sollozos de las niñas entreverados de oraciones a las que invitan las doncellas del séquito ; las caricias de la pequeña Anastasia sobre mi pelo; la gallarda apostura del heredero, consciente, por su educación en la Corte, de la solemnidad de momento . La pintura de la pared cayendo a pedazos. Una inmensa mancha de humedad en el techo, territorio de arañas, cementerio de moscas caídas en sus redes. En un rincón lo que parecen excrementos de rata. Un inmenso cartel en el que una figura imponente tocada con un gorro, en cuyo frente luce una estrella roja de cinco puntas, me señala con el dedo: “¡Tovarich! ¡Compañero! ¿Te alistas voluntario?” Y por encima de todo… el negro cañón del rifle que me apunta. El eco de las palabras de ese Lenin : “si en un país tan civilizado como Inglaterra, que nunca había sufrido el yugo mongol ni la opresión de la burocracia fue necesario decapitar a un bandido con corona para enseñar a los reyes a ser constitucionales…”.
El soldado que ahora entra por la puerta no parece campesino. Su rostro duro y enjuto está también labrado por el trabajo extenuente pero hay una decisión en sus ojos y en sus gestos de la que carece el soldado que me ha apuntado todo este tiempo con su fusil. Todo este tiempo, no sé si segundos o eternidades, he estado temiendo el negro abismo del arma que me apuntaba pero, ahora que soy capaz de apartar la vista de él, veo escrita en el rostro de su portador la duda. La lucha interior para intentar desterrar una imagen sagrada de la monarquía y de los zares. Es esa duda lo que lo hace débil lo que hace que ya no le tema. En cambio, el nuevo participante de esta representación no me apunta con un arma sino con su mirada acusadora. ¡si pudiera suplicarle!¡si me diera la oportunidad de volver a tomar las riendas de mi país le demostraría que puedo gobernar para todos! Pero un zar no puede humillarse... Si las tropas que escucho me liberaran… Este nuevo soldado me mira con la seguridad de quien ha tomado ya una decisión y presiento en sus pensamientos el mismo eco que resuena en los míos, las palabras de Lenin“…si en Inglaterra…fue necesario decapitar a un bandido con corona para enseñar a los reyes a ser constitucionales, en Rusia sería necesario cortar la cabeza a un centenar de Románov por lo menos…”
-¡Nicolas Románov! ¡en pie! El pueblo trabajador y explotado de Rusia, soldados, obreros y campesinos te declaran reo de muerte.
Un segundo. El abismo negro se ilumina. Un estruendo seco lo invade todo.Preludio del más absoluto silencio .

Comments:
Ala profeeee
Como no te presentaste al Minerva? xD

Nosotras lo hicimos y no ganamos ¬¬'
 
¿Tu Nerva? Moito me temo que para ese concurso me paso un pouco de idade.
Pero gracias pola oportunidade que me brindastes na proposta de traballo.

Jujujulian
 
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